Al principio, todo era maravilloso.
La historia de Anne
Cuando vi a mi exmarido por primera vez, pensé: ¡Vaya! Era el chico más guapo, chulísimo. Todas las mujeres se morían por él – y él me había elegido a mí.
Al principio, todo era maravilloso, estaba en la gloria. Era totalmente encantador, le hacía regalos a mi madre y tenía un buen trabajo en la policía militar. Todas las mujeres lo adoraban, él hubiese podido tener a cualquiera. Entretanto, supe que en otras relaciones – antes y después de la nuestra – también era violento. Pues yo no fui ni la primera ni la última.
Rápidamente noté que era muy celoso. Si hablaba con otros hombres, él se volvía loco. Yo no tenía permiso de hablar. Yo era su posesión, su propiedad. Un día me dio una bofetada por primera vez. El arrepentimiento venía rápidamente. Lloraba y me pedía perdón: Decía que él se mejoraría y que me amaba. Yo lo perdoné. Pero él no mejoró, al contrario. Maquillé los moretones o los tapé con mi pelo. El miedo se transformó en mi acompañante permanente. Estaba en alerta constantemente, me fijaba en cada movimiento, en cada palabra. Mi único objetivo era no hacerlo enojar.
Me manipuló de una manera muy lista. Yo le confié muchas cosas a él. Secretos de mi pasado, problemas con mi familia. Estos conocimientos los usaba en mi contra para chantajearme emocionalmente. Después de un tiempo, me aisló cada vez más de mi entorno, ya no tenía ningún circulo de amistad y me sentía tremendamente sola. En su opinión, una mujer debía ser una cocinera cuando está en casa, una dama cuando sale por la noche y una puta cuando se acuesta con un hombre. Este era mi rol, mi única función. Nada más.
Creo que toleré la relación tanto tiempo porque ya había vivido violencia cuando era pequeña. Mi padre también golpeaba a mi madre. Estos patrones eran familiares en mi subconsciente. Esto lo hacía aún más difícil para mí, rebelarme contra él. Pero también me quedé porque lo amaba. Y porque tenía miedo. Me amenazó diciendo que mataría a mi madre si terminaba con él o si le contaba a alguien sobre su maltrato.
Al fin, solo pude dejarlo gracias al apoyo de mi entorno. Mis familiares querían apoyarme, pero estaban completamente sobrepasados. Finalmente me ayudaron a escapar del apartamento clandestinamente. Él no sabía dónde estaba y no me podía contactar. Y así pude terminar con él.
Después de unos meses lo vi por casualidad. Ya tenía una nueva novia. Pero esta conexión especial entre nosotros surgió nuevamente, de manera inmediata. Tuvimos una conversación breve, habló muy mal de su novia actual y a mí me decía palabras bonitas. Así intentó seducirme de nuevo. Me llamó para que nos viéramos. Al principio yo me resistí, pero luego cedí a sus suplicas y lo visité en casa. Dormimos juntos. Por la mañana me di cuenta: «Aquí estoy otra vez. Tengo que salir inmediatamente, si no, no lo conseguiré.» No era hasta ese momento que la relación había terminado de verdad y pude liberarme definitivamente de él.
Luego estuve en terapia y pude darme cuenta de lo tóxica y destructiva que era la relación y cuanto me había dañado. También entendí que mi ex seguía un patrón de violencia: Su control y sus celos excesivos, al principio, eran señales claras de peligro, señales que, en ese momento, eran desconocidas para mí. Tampoco sabía que hubiese podido buscar ayuda en una casa para mujeres maltratadas o en un centro de consulta para víctimas de violencia.
Sin embargo, las historias malas, también pueden tener un final feliz. Actualmente, estoy felizmente casada con un hombre bueno que me ama y me respeta.